domingo, 30 de julio de 2017

El solar (2)


Al final me mudé al solar de enfrente; mejor dicho, me mudaron. He podido comprobar que también aquí, como en todas partes, hay clases: me tenían reservada una modesta y fría parcela que rompe la relatividad de la humedad al superar siempre el cien por cien. A mí, que ya no siento ni padezco, poco me importa, como tampoco que toda esa gente que aparece de visita de vez en cuando, nunca lo haga por un servidor.
Sé que, cada vez que eso ocurre, la pesada puerta de hierro de la verja que circunda nuestro solar chirría en sol menor debido a la herrumbre acumulada gracias al trabajo en equipo del tiempo y de aquella humedad tan poco relativa; me lo dice el recuerdo, ahora desubicado, que un día habitó en mí. Mas yo ya no oigo ese chirrío, nunca más lo haré, al menos no en esta eternidad que ha teñido mi esencia de oscuridad y silencio.
Y, como tengo todo el tiempo, que en mi caso es equivalente a nada, me ha dado por preguntarme si alguien reclamará algún día este brillante objeto afilado que enterraron conmigo y que ni antes de morir pude reconocer como propio; y no sé qué contestarme…

© Patxi Hinojosa Luján
(30/07/2017)

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